Ayer tuve el privilegio de disfrutar de esta obra de teatro en muy buena compañía y fue tan estremecedor como empoderador. He sentido la necesidad de compartir mi impresión, la huella que ha generado en mí. No quiero destripar la obra a nadie, mejor verla antes de leerme, pero creo que merece la pena compartir este análisis.
Siendo terapeuta, no puedo evitar llevarme la reflexión a mi ámbito; el proceso personal de Tessa Ensler que se refleja durante la obra refleja como la síntesis de un proceso terapeutico.
Podemos ver a la Tessa luchadora, empeñada en romper estadísticas y prejuicios sociales, en hacerse un sitio de valor en la sociedad, en el sistema universitario y laboral; en este caso en el sistema jurídico. Vemos todas las creencias que son necesarias de crear y sostener para seguir mirándonos al espejo y aceptarnos; genera verdades intelectuales como que la ley debe protegernos y para hacerla funcionar debemos ponerla a prueba, señalando los vacíos. Al ser implacable como abogada litigante, quiere verse al servicio de una ley que debe protegernos a todas, como si hubiera un ente mayor que supervisa el funcionamiento del sistema y se ocupa de corregirlo y de que se haga real la función de protección. Desde esta perspectiva intelectual y abstracta, cada caso esta al servicio de esta función mayor, por lo que la víctima en el caso que ocupa se invisibiliza, y es sólo un ejemplo para poner en juego el sistema y comprobar si funciona; y si no funciona es responsabilidad de otros agentes del sistema (policia, medico forense, fiscal etc.). Si nos paramos a pensar un momento, es un funcionamiento interno muy común; el medico se escuda en el sistema carente para no escuchar y atender al paciente que tiene enfrente, la trabajadora social se escuda en los protocolos y condiciones dictadas para no hacer el esfuerzo de luchar por los derechos de la usuaria que tiene enfrente, las psicólogas nos podemos escudar en los sistemas de diagnóstico para no cogernos el trabajo de personalizar cada tratamiento y adaptarnos al ritmo y proceso de cada paciente. Es una manera de mantener nuestra frustración bajo mínimos y seguir creyendo que existe un "estado de bienestar", un algo protector en el que escudarnos si nos pasa algo; porque esa que sigue sufriendo violencia es que tampoco pone límites y denuncia y por eso sigue atascada, es que aquella acude al médico con sus dolores pero tampoco mantiene unos habitos sanos por lo que no se responsabiliza de su salud y por eso no mejora, es que la otra tiene un trastorno por lo que no puede evitar funcionar así por lo que no merece la pena intentar entender, que aprenda a vivir con ello y se medique.
La Tessa empoderada que no ve límite, se cree una más en la fratría, se siente distinta y alejada de su madre y de todas las mujeres víctima que conoce en su trabajo.
Al sufrir una violación en su propia casa, por parte de alguien de quien se estaba enamorando y empezando una relación...comienza la segunda parte de la obra; que atrapa, conmueve y transforma. Este sería el reflejo de un proceso terapéutico ; la identificación del daño en el cuerpo, todo el esquema de creencias que se rompe a nivel interno y la crisis que genera a nivel de personalidad al poner en jaque todas las creencias que creías verdades absolutas. Conectar con la vulnerabilidad más desgarradora, la necesidad imperiosa de borrar la experiencia y volver a tu vida anterior que recuerdas equilibrada y serena y perder el sentido de aquello en lo que has basado toda tu vida profesional, tu función en el mundo.
Y después de una crisis que nos parece desgarradora y angustiosa, cuando nos atrevemos a vivirla, sentirla, atravesarla; llega el aprendizaje, cuando ponemos todas nuestras capacidades al servicio de nuestra propia sanación, emerge una verdad que nos une como colectivo, la sororidad al mirarnos y reconocer la vivencia común, la de las entrañas, que nos une con una fuerza que no necesita el reconocimiento de un sistema que sabemos que esta al servicio de otros. El confiar en nuestra verdad poniendo palabras a todo lo vivido, todo lo que nos daña aún sin ser intencional, sin sentir la rabia como destructora sino indicativa de un malestar contextual que debemos analizar, entendiendo que poner límite a una relación que nos daña no es pérdida porque no nos aporta nada bueno que vayamos a perder, sino que lo que perdemos es un elemento que nos genera malestar.
Reconocernos como víctimas de un sistema que nos violenta de manera estructural y en todos los ámbitos de nuestra vida porque responde al modelo social vigente nos confirma nuestra verdad interna y nos tranquiliza; hay una fantasía masculina de venganza en la que nos imagina con una fuerza vengativa y destructora como la que se ha ejercido contra nosotras durante toda la historia. Pero la función actual del feminismo es sanarnos a nivel interno para que podamos vivir mejor; no pedimos más, porque somos capaces de sostener la vida propia y ajena sin problema, pero debemos saber que este sistema utiliza nuestra capacidad de amar contra nosotras y eso nos va envenenando por dentro hasta llegarnos a enfermar. Y el feminismo es la unica vacuna eficaz ; es por y para nosotras, y claro que la toma de conciencia colectiva tiene un efecto directo en los hombres que nos rodean, sobre todo en quienes reproducen esquemas que los mantienen en sus privilegios y tienen grandes dificultades para afrontar una mínima incomodidad o frustración.
Yo decido ser la mirada cómplice que confirma esa verdad interna, para que sepas que no estas loca ni estas exagerando; puede que en algunos momentos de desbordes y tengas una reacción desproporcionada que sé que asumirás e intentarás reparar, pero no busca el orígen de eses malestar, no lo niegues, no estas loca, el daño es real. No podemos buscar responsabilidades en un sujeto porque es todo un sistema con unos engranajes bien engrasados, podremos intentar que tomen conciencia de ser cómplices de un sistema que nos deshumaniza, genarando agresores y víctimas. Podríamos liberarnos y decidir se humanos completos, con conciencia del otro, para aprender a convivir pisarnos ni ahogarnos. Esa es la base de la teoria feminista.
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